El Consejo de un Padre

“Los consejos de los padres siempre quedan en la memoria de los hijos”
Tenía 13 a 14 años cuando mi padre me dijo: ¡Ve adelante!, ¡Nunca te dejes vencer!, ¡Sé la mejor en todo!, ¡No te quedes atrás!, ¡si tienes que cruzar el océano, cruza y persigue tus sueños!
Él, no quería que yo fracasara, podía sentirlo y ver a través de sus ojos, fue el único modo de hacerme comprender que en la vida habían momentos difíciles, podría encontrarme con adversidades, situaciones complicadas y cualquier decisión que tomase tendría una consecuencia ya sea buena o mala.
Pensó que no le prestaba atención, en aquel momento mis oídos filtraban sus buenos consejos, que directamente se almacenaron en el disco duro de mi memoria y fue lo que siempre cargué en mi bolsito de mano, hasta el día de hoy me acompaña.
Creí en sus palabras, con certeza lo decía. ¿Cómo no creer, si hablaba con tanta seguridad?
Probablemente ya ni se acuerde de aquella conversación que tuvimos en medio de su desesperación. Como padre se sentía fracasado, intentando ver sus errores cuando las cosas en casa no salían como él lo deseaba o como él nos había enseñado, cuando se vio defraudado por la confianza que rompimos.
Los hijos no siempre aprendemos de los buenos consejos. Cuando somos muy jóvenes deseamos experimentar por nuestras propias fuerzas nuestra caída.
En esos momentos no imaginamos el dolor que les podemos causar y lo frustrados y decepcionados que ellos se pueden sentir, probablemente algo parecido estes pasando con tus hijos, podrás comprenderlo mejor.
Las palabras de mis padres fueron las que siempre me acompañaron, y gracias a aquella conversación recorro el camino de la vida luchando para conseguir lo que deseo, Dios nunca me abandonó y me da la fuerza que necesito para vencer los obstáculos o adversidades.
Aprendí a recoger con mis propias manos las piedras que estorban mi camino y las tiro al lugar que les corresponde y continuo mi viaje, eso lo aprendí de mis padres, aprendí a perseverar.
¿Cuándo lo puse en práctica?
Según maduraba y según las experiencias me enseñaban.
¡Dios bendiga a mis amados padres!
Si crees que tus hijos no te escuchan cuando desde el fondo de tu corazón les hablas, en algún momento de su vida lo recordaran, no desanimes, no pienses en lo peor. Las semillas buenas que sembraste desde que ellos nacieron, a su tiempo darán sus frutos.